jueves, 29 de noviembre de 2012

ROSA PALO

Los tiempos están cambiando, cantaba Dylan, y si antes era difícil encontrar un amigo soltero con el que tomar unas cañas para sondear ese mundo nocturno que no echo de menos, ahora se vuelve imposible meter en casa a los separados. Y las separadas, claro.
            Cuando voy a ver el partido a casa del Conde-Duque lo encuentro todo en su sitio: cervezas en refrigerio, vino en el decantador, cecina y queso a mano, más futboleros en el sofá; todo está como siempre menos él, él no es más que medio hombre.
            Es que empecé el régimen del francés, dice y no hay nada en sus gestos que dé a entender una broma o doble sentido, y voy al gimnasio todos los días. Mira esto, y se remanga la camisa para mostrar los músculos que ha desarrollado en sus sesiones de mancuernas.
            ¿Y esa camisa rosa que nos traes? ¿qué ha sido de la camiseta negra de AC/DC con las mangas recortadas?
            Cierre la boca y siga circulando, me dice el compañero de sofá Coronel Castillos, usted no ha visto nada, al menos nada nuevo: es lo que pasa cuando vuelven al mercado. Y deje de abrir tanto los ojos, y empiece a beber cerveza, por Dios ¡de qué academia ha salido usted!
            Rosa palo, dice el anfitrión señalándose la camisa, que no es lo mismo. Y luego nos explica las muchas horas que disfruta y lo bien que se siente haciendo pesas y corriendo, el buen ambiente que hay y cuántos kilos ha levantado esta tarde en press de banca o algo así. Lo dice con tal emoción que me pregunto si no hablará metafóricamente de inversiones económicas, nuevos descubrimientos gastronómicos o revoluciones artísticas, cualquiera de estas posibilidades iluminaba su rostro hace unas semanas como ahora lo hace el tema de la dieta, el gimnasio y el rosa palo, que no es lo mismo.
            Aprovecho que el anfitrión va a buscar sus aperitivos (una especie de galletas hechas con palomitas prensadas) para preguntar cómo les va a las ex.
            Creo que se fueron a hacer ruta por la Rioja, dice Castillos, supongo que visitarían Silos y San Millán de la Cogolla.
            Sí, claro, digo yo, ¿y lo sabe el flaco de rosa?
            ¡Que no es rosa!, grita desde el pasillo.

Publicado en El Comercio

miércoles, 21 de noviembre de 2012

RACIONAL RAZONABLE


Hay una diferencia grande entre los términos racional y razonable, y en esta ocasión no puedo acudir al diccionario para resolver la duda. Para los que consideramos la adjetivación un ornamento innecesario del relato, los calificativos son un obsesivo objeto de estudio. Tal vez por eso llevo años dando explicaciones sobre esta diferencia que cada vez, con la edad, es más acentuada.
            Pondré un ejemplo muy cercano. Mi padre es un hombre racional, pero poco razonable. Su forma de interpretar el mundo es perfectamente lógica, y los principios que utiliza para esa lógica son cumplidamente válidos en nuestra sociedad. El más indignante parroquiano diría de él que su sentido común es un ejemplo de sensatez. Tiene una larga experiencia vital y su juicio suele ser certero. De acuerdo, digamos que raramente se equivoca. Ahora bien, pónganse ustedes a cambiar de opinión a mi padre. Ya pueden sentarse y esperar a que las ranas tengan pelo, tupé y botas camperas.
Hay dos principios fundamentales para ser razonable: nadie es infalible y todo puede cambiar. Por mucho que afirme el saber popular que no hay nada nuevo bajo el sol, vivimos en un universo cambiante, un sistema en movimiento que puede combinar de múltiples maneras todos los elementos conocidos y los que surgen cada día.
Afirma Fernado Savater que “es preciso no confundir lo racional con lo razonable. Lo racional busca conocer las cosas para saber cómo podemos arreglárnoslas mejor con ellas, mientras que lo razonable intenta comunicarse con los sujetos para arbitrar junto con ellos el mejor modo de convivir humanamente.”
Ser razonable es dar lugar al diálogo, a otras opciones, a lo que pueda presentarse como una posibilidad distinta y válida para cambiar nuestra idea inicial. El llamado sentido común es un extraño pez que debemos saber deslizar entre las manos para observar su movimiento, devolverlo al agua con vida y atraparlo otra vez cuando sea necesario. Ser capaces de cambiar de opinión a través del razonamiento dialogado no es un error personal, es una demostración de inteligencia interactiva.

Publicado en El Comercio

miércoles, 14 de noviembre de 2012

JUAN PERRO


En la tristeza estamos perdidos, por eso los poderes tienen necesidad de que los sujetos sean tristes. Eso dijo Deleuze, uno de los profesores del alumno Santiago en los años setenta.
            Extraer y recortar una cita de un genio tal vez excesivamente locuaz como Gilles Deleuze parece imperdonable, pero el músico del que hablamos es humano, y estuvo ahí. Santiago Auserón nunca se ha puesto un salacot, pero es el explorador musical que mejor ha acercado nuestro idioma a los ritmos afroamericanos más clásicos con la intención de darles toda su entidad en castellano. Tal vez solo haya sido el contenido musical de su mensaje lo que nos ha hecho felices o no tristes, pero son sus aficiones poéticas y su forma de verterlas en letras de canciones lo que ha hecho inconfundible e inolvidable su trabajo.
            Si Bob Dylan convirtió los ritmos yeyé de los Beatles en lo que ahora conocemos como un verdadero legado lleno de creatividad aprovechable, autores como Antonio Vega o Santiago Auserón pusieron las mejores palabras a una música que en el momento estaba buscando su identidad: el pop de los ochenta; un primer paso para la eternidad en la carrera del músico que nos ocupa.
            Las letras y la música de Radio Futura fueron banda sonora de una generación que sigue viva como público mayoritario, pero el africano que recorría la Gran Vía sabía donde estaban las fuentes de su música y, como aquellos que buscaron el origen del Nilo, se lanzó a la aventura americana por tierras caribeñas. En 1995 obtiene gran éxito con su primer disco como Juan Perro, alter ego que presenta ahora su quinto álbum, titulado “Río Negro”. Entretanto, Auserón ha compuesto música para teatro, ha colaborado en distintos proyectos musicales, acercado sus canciones a versiones jazzísticas... Dicen que duerme en formol, conservando aspecto juvenil después de treinta años de carrera; y seguro que, como Dorian Gray, tiene un retrato en su desván completamente decrépito y maloliente, un monstruo que de vez en cuando sale del marco y aporrea los tambores que almacena como trofeos de su exploración africana.

Publicado en El Comercio