miércoles, 18 de mayo de 2011

BOSTEZO


Se sentó al borde de la cama, sintió el frío. Abrió la boca y no pudo evitar coger un poco más de aire, entonces sí que empezó a abrir las fauces de verdad. Los sonidos se fueron apagando mientras las mandíbulas se separaban; sintió cómo se tensaban todos los músculos y tendones de su cara, la boca se llenaba de saliva, los ojos se cerraban ajenos a su voluntad dejando escapar lágrimas sin añoranza de la cama probablemente tibia y posiblemente caliente. No fue consciente de levantar los brazos y extenderlos a uno y otro lado todo cuanto le era posible, con los puños bien apretados.
         Decidió ampliar el bostezo un poco más y siguió abriendo la boca hasta sentir que su barbilla hacía tope en el pecho. Luego siguió hacia arriba, monstruosamente: sus dientes se separaban y el paladar se extendía sin dolor hacia atrás; la carne cálida y salivada se desplazaba sobre su rostro, recorría su cabeza; sintió un cosquilleo al atravesar su espalda hasta llegar al colchón. Por delante, el labio inferior tembloroso ya había llegado al suelo manteniendo su tensión de bostezo. Sintió miedo del regreso porque sabía de los instintos y, al perder concentración, aquel magnífico ejercicio muscular se convirtió en una situación embarazosa.
        Su boca se había cerrado sobre sí misma convirtiéndole en una pelota de carne y mucosa salivada que rodaba por la habitación. Ni siquiera era consciente del aspecto que podrían tener su lengua y sus dientes, probablemente grotesco. ¿Qué ocurriría si entraba alguien de su familia?
    Afortunadamente había extendido los brazos fuera de la bola que había formado su propia boca, consiguió detenerse en un rincón de la habitación. Intentó abrirse, pero era imposible luchar contra sus propios tendones. Necesitaba otro bostezo, una hazaña imposible para alguien dominado por el pánico.
              Consiguió cerrar la puerta y, acomodado en un rincón, procuró ensimismarse con pensamientos aburridos. Pero estaba demasiado inquieto, sólo podía pensar en círculos.
Finalmente se durmió. 
Y al despertar, bostezó.

Publicado en El Comercio
 

No hay comentarios: