miércoles, 20 de marzo de 2013

QUIÉN TIENE EL MANDO


La elección es un maravilloso ejercicio para la mente humana, activa ese músculo que no siempre está bien desarrollado: la decisión. Ambos procesos deben estar razonablemente compensados –si usted ha elegido ser faraón de Europa y su decisión es imparable probablemente el sentimiento de fracaso acabe dando con sus huesos en el sistema público de salud–. El más claro ejemplo de elección de nuestro tiempo es el mando a distancia.
        ¿Deberíamos poner el grito en el cielo al entrar en el quiosco y comprobar que venden indistintamente prensa del corazón o deportiva, pornografía o literatura? No lo hacemos, elegimos lo que queremos leer, lo adquirimos y nos vamos. Con el mando sólo tenemos que tocar un botón para seleccionar. Si un porcentaje de la población muy alto decide ver algo que consideramos indecente nos da a entender la condición humana y lo que puede crear la educación de las nuevas generaciones.
        Recuerdo lo chocante que resultaba hace unos años Jose María Carrascal cuando en el noticiario avisaba de que el comentario emitido a continuación era su opinión. Quién iba a pensar entonces que ese podría ser un modelo de honestidad para otros gestores de información con la misma ideología pero que se afirmaban objetivos. Así son las cosas y así se las hemos contado, decía uno con ínfulas; otros no mencionaban noticias que aparecían en todos los medios, o no incluían en los titulares lo que era un clamor popular; otro, bochornoso, afirmaba que la multitud aplaudía la llegada de un cargo público mientras se escuchaban claramente los silbidos en la retransmisión...
        Cantaba Santiago Asuserón en los ochenta, siempre dispuesto a la visión de futuro: Tal vez debiéramos permanecer algo más fríos / frente a la televisión / porque temo que del otro lado /nos pueden ver. Y ahora que podemos contrastar casi todo por internet no está mal que siga habiendo periodistas posicionados, que se definan como no paniaguados, que nos hagan contrastar la decisión: a quién queremos botar y qué pasa si votamos al contrario. Luego tal vez tomemos la decisión de pulsar el botón.

Publicado en El Comercio

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