miércoles, 5 de octubre de 2011

EPOSTRACISMO


Nos pasábamos tardes enteras dedicados al epostracismo y ni siquiera éramos conscientes, a quién podía importarle el nombre -la palabra-, lo interesante era la acción. Se trataba de lanzar una piedra sobre el río de forma que diera el mayor número posible de botes sobre el agua. Había que buscar guijarros planos y redondeados, para proyectarlos a ras del agua dando un efecto de peonza con el dedo índice. Lo llamábamos hacer sopas o ranas. Ahora descubro que también se llama hacer cabrillas, la chata, el patito... y, ya en el colmo de la rimbombancia: epostracismo. Que sí, etimológicamente perfecto, pero no quiero pensar en las collejas que le pueden caer al relamido que proponga semejante juego (¡Vamos, niños y niñas, juguemos al epostracismo!, y plas). Además, estando la lengua viva, habiendo agua y piedras desde el principio de los tiempos, no tengan duda de que habrá cientos de nombres para esta actividad repartidos por toda la geografía mundial. Seguro que saben ustedes muchos más de los que aquí se mencionan.
           Hacíamos campeonatos donde el agua era más plana, normalmente debajo del puente -que años más tarde daría cobijo a correrías menos infantiles, más nocturnas, gozosas de otra manera-, o cerca de la presa, aunque allí había menos piedras donde escoger. Llegábamos a 20 saltos, en el mejor de lo casos, una verdadera proeza. Pero ahora uno se pone a buscar por internet y descubre lo serio y profesional que puede ser todo esto.
           Ya Homero menciona esta práctica en la Antigua Grecia, fíjense ustedes, somos un eslabón más de la cultura clásica grecolatina. Y de lo concienciados que han llegado a estar algunos epostracistas nos da una idea este dato revelador: el récord mundial en la actualidad, según el Libro de Récords Guinness, conseguido por un tal Russell Byars el 19 de julio de 2007, es de ¡51 rebotes!
           Lo tomemos como un acto trascendente o un pasatiempo, le pongamos el nombre que queramos, todavía somos muchos los adultos que al ver una piedra plana y redondeada pensamos en sus posibilidades para rebotar sobre el agua hasta hundirse.

Publicado en El Comercio

No hay comentarios: