miércoles, 19 de octubre de 2011

PRINCIPIOS


Llamadme Ismael, ¿alguien sabe qué libro empieza con esa frase?, dijo el profesor de Sociales de sexto; era el primer curso en el que teníamos un maestro para cada asignatura así que estábamos todos un poco desconcertados. Levanté el dedo y también lo hizo mi nuevo compañero de pupitre. Ese fue el comienzo de una gran amistad. En el instituto llamábamos Moby Dick a monstruos marinos más inquietantes, no creo que ninguno recordase en aquellos tiempos de hormonas descontroladas la novela de Melville.
No son los compañeros de copas, de trabajo, de aventura, eso no forma parte de lo establecido, son los amigos los que no deben darte la palmadita en la espalda cuando lo que te conviene es un buen sopapo, una frase bien definida para ponerte en tu sitio.
              Celebrando la amistad y haciendo honor a sus comentarios, debo dar unas explicaciones fundamentales que a mi juicio parecen obviedades.
Trampas y cartones no es una columna de opinión. En este periódico y en todos los que circulan encontrarán columnas de opinión —con las que pueden disfrutar, compartir, aprender, discernir e ilustrarse en general— escritas por personas capacitadas para eso: mostrar una opinión bien contrastada (o no) sobre determinados temas de actualidad.
Aunque a veces se traicione, el objetivo de esta columna es reflejar la realidad y apuntar sobre determinados momentos o situaciones que pueden provocar en el lector pensamientos críticos, cuestionar su entorno más cercano. Gran parte de las columnas están escritas en primera persona, porque esa forma de contar las cosas estrecha la relación autor-texto-lector, y lo sentimos más real.

Piensen en un escritor de novela histórica: ¿era el finlandés Mika Waltari un egipcio del siglo XIV antes de Cristo?
Ese que firma y sale arriba en la foto no es más que un monigote que pone la cara. El que vive realidades verosímiles, el que le da vueltas a las situaciones y las palabras para meterse en lo más íntimo del que lee y hurgar en sus principios, soy yo: el autor. Y vivo dentro de ese tipo, aunque soy otro. Y tengo opiniones, pero me las callo...

Publicado en El Comercio

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