miércoles, 16 de enero de 2013

INDIGNACIÓN


En su extraño divagar en busca de los que aún leen libros para disfrutar del tiempo libre, los miembros del club de lectura se acercan a la plaza del pueblo para ver el gesto: una persona sola que lleva allí dos meses, indignada. No es el principio de una narración de Italo Calvino, es una manifestación de la existencia más material, la presencia real de una persona que se ha dado cuenta de que sus insatisfacciones tienen motivos concretos y otras personas también han decidido expresarse de esa manera.
      El club de lectura habla con esta persona indignada, intercambian pareceres, sacan conclusiones, siguen como todos a la expectativa –tal vez ingenua– de las medidas que pueda adoptar un grupo de dirigentes que al final suele obrar de la forma más conveniente.
       El grupo de encaje de bolillos también hizo su visita a media tarde. Menos receptivo a las exigencias, eso sí; tal vez su forma de ocio tan clásica, tan de antaño, tan complicada según dicen, debe dar a entender también cierto gusto por la tradición y reticencia ante lo nuevo. Los cazadores le preguntaron su opinión sobre la caza, no sobre los animales. Uno de ellos, más combativo, ya había pensado que pasarían por allí y, cuando todos se alejaron, volvió para ofrecerle una pistola y una foto. El arma no fue admitida en el gesto.
      Un hombre solo, meditabundo, también se ha acercado. ¿Qué puedes hacer, le ha dicho, cuando un día como tantos ves que tu hijo entra por la puerta te mira con desprecio y acaba por decir: pero papá, tú alguna vez pensaste de verdad que ibas a cambiar el mundo? La persona indignada no tiene respuesta así que el hombre se va cabizbajo.
      La persona indignada tiene ahora un libro interesante, una empanada de bonito, un manual en pdf para hacer encaje de bolillos, la foto de un tío con barba y boina que le suena de algo. ¿Emiliano Zapata? ¿Benicio del Toro?... Y, antes de dormir bajo las estrellas, se da cuenta de que lo que tiene es el testimonio de un montón de individuos que comparten su indignación, siente que su gesto no es absurdo, y por eso sigue ahí, representando algo.

Publicado en El Comercio

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