Mamá, quiero ser artista.

Pues claro, hija. Lo que tú quieras. Y fíjate, no me parece tan importante que hayas tomado esa decisión como el hecho de que al fin lo hayas hecho. La incertidumbre es lo peor para un cerebro inquieto como el tuyo. Y ahora dime por qué.
Porque tengo los ojos abiertos, no estoy ciega, y mire donde mire no hago más que ver mediocridad, clichés repetidos una y otra vez, siempre los mismos con las mismas cosas, carentes ya no digo de genio, que de eso ya no queda nada, es que no hay un mínimo de talento creador, alternativo de verdad, resulta todo tan vulgar y aburrido que apetece dar lecciones, ponerlos a todos en su sitio, que es la masa, porque es lógico que los artistas quieran destacar, al fin y al cabo también yo necesito distinguirme entre los demás, diferenciarme para reconocerme, y que me reconozcan, porque es que no tienen ni idea, y yo tengo algo especial y lo voy a demostrar. Van a saber quién soy yo.

Pero qué dices de Puccini, ni Stanislavski, ni cincel abstracto... Mamá, que yo quiero ser artista, salir en la tele y ser famosa.
Pues claro, hija.
¿Y quién es ese Olivetti?
Pues claro, hija.
Publicado en El Comercio