Los tiempos están cambiando, cantaba Dylan, y si antes era difícil
encontrar un amigo soltero con el que tomar unas cañas para sondear ese mundo
nocturno que no echo de menos, ahora se vuelve imposible meter en casa a los
separados. Y las separadas, claro.
Cuando voy a ver el
partido a casa del Conde-Duque lo encuentro todo en su sitio: cervezas en
refrigerio, vino en el decantador, cecina y queso a mano, más futboleros en el
sofá; todo está como siempre menos él, él no es más que medio hombre.
Es que empecé el régimen
del francés, dice y no hay nada en sus gestos que dé a entender una broma o
doble sentido, y voy al gimnasio todos los días. Mira esto, y se remanga la
camisa para mostrar los músculos que ha desarrollado en sus sesiones de
mancuernas.
¿Y esa camisa rosa que
nos traes? ¿qué ha sido de la camiseta negra de AC/DC con las mangas
recortadas?
Cierre la boca y siga
circulando, me dice el compañero de sofá Coronel Castillos, usted no ha visto
nada, al menos nada nuevo: es lo que pasa cuando vuelven al mercado. Y deje de
abrir tanto los ojos, y empiece a beber cerveza, por Dios ¡de qué academia ha
salido usted!
Rosa palo, dice el
anfitrión señalándose la camisa, que no es lo mismo. Y luego nos explica las
muchas horas que disfruta y lo bien que se siente haciendo pesas y corriendo,
el buen ambiente que hay y cuántos kilos ha levantado esta tarde en press de
banca o algo así. Lo dice con tal emoción que me pregunto si no hablará
metafóricamente de inversiones económicas, nuevos descubrimientos gastronómicos
o revoluciones artísticas, cualquiera de estas posibilidades iluminaba su
rostro hace unas semanas como ahora lo hace el tema de la dieta, el gimnasio y
el rosa palo, que no es lo mismo.
Aprovecho que el
anfitrión va a buscar sus aperitivos (una especie de galletas hechas con
palomitas prensadas) para preguntar cómo les va a las ex.
Creo que se fueron a
hacer ruta por la Rioja, dice Castillos, supongo que visitarían Silos y San
Millán de la Cogolla.
Sí, claro, digo yo, ¿y
lo sabe el flaco de rosa?
¡Que no es rosa!, grita desde el pasillo.
Publicado en El Comercio
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