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miércoles, 22 de agosto de 2012

EXPLORADORES CON CHUPETE


Toy Story podría considerarse una versión alternativa de Blade Runner, la adaptación para el cine del relato de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Una parte fundamental de estas trampas y cartones es la vida secreta de los objetos. Lo que no es posible concebir si no tienes el material necesario es la vida multidisciplinar del objeto inanimado en manos de pequeños monstruos con chupete.
          Para empezar, el maletín es un instrumento a rellenar. Más tarde, el adulto que quiere sacar una carpeta extraerá un enorme aro rosa o un muñeco de Indiana Jones. Esto puede parecer sorprendente, pero no tanto como cuando al ir a buscar un bolígrafo notamos cierto polvo en el interior de la cartera, unos granos gordos que se revelan como trozos de galleta. Lo preocupante es que era de chocolate.
          Se sigue demostrando que la esencia humana es meter cosas en los agujeros, sea como sea. Los antiguos vídeos VHS, tras su pestaña basculante, podían albergar cualquier cosa, desde pequeños libros hasta coches de juguete o trozos de pan. También el cajón de sonido -ese bafle de oscuro y redondo agujero- es recipiente. Hasta que un día descubres al mover el altavoz que tintinea como un sonajero.
           Lo verdaderamente temible es que el explorador con pañal acceda a los objetos de la mesita de noche. Descubres hasta qué punto forma parte de ti un radiodespertador cuando alguien viene a tocarte los botones para alterar su rutina, esa que consideras el natural transcurso de los días. Y una noche estalla ese objeto tan íntimo de la forma más ruidosa posible, un atronador cataclismo a las horas más intempestivas. Yo lo mato, dices, incapaz de oírte con el estruendo. Mentira, palabras que se lleva el viento. Le das unos manotazos al aparato e intentas dormir. Pero como el sueño resulta imposible tramas la venganza, sonriente en la oscuridad, con los ojos abiertos inyectados en sangre: mañana le va a dar galletas su padre. O peor aún, te levantas para sacar algún provecho del insomnio y todavía con el susto en el cuerpo escribes estas líneas.

Publicado en El Comercio