Tuve
que beber varios mojitos en la Bodeguita del Medio de La Habana. El
primero, con aquel calor insoportable, cayó en dos tragos. El
segundo fue un poco más lento, lo que pasa es que seguía haciendo
calor y había empezado a conversar con el barman y los lugareños:
el tercero llegó formando parte de la conversación. De los demás
no puedo hacer recuento, vagos recuerdos con olor a hierbabuena y la
risa de un tipo que parecía Hemingway.
El
2 de julio se cumplen 50 años desde que el autor de El
viejo y el mar usara una escopeta
para acabar con su vida. Ernest Hemingway (Premio Nobel 1954) vivió
casi veinte años en Cuba y era cliente habitual de la Bodeguita o
del Floridita. Como es bien sabido, también vivió en España,
dejando un testimonio escrito (Fiesta,
Muerte en la tarde) que hoy en día
sigue atrayendo a miles de turistas a los sanfermines de Pamplona.
Orson
Welles, otro americano enamorado de España, coincidió con Ernesto
cuando este trabajaba en la elaboración de un documental sobre la
guerra civil española. Orson, cineasta, dijo que eran prescindibles
ciertas palabras para ilustrar unas imágenes que hablaban por sí
solas. Esto provocó a Hemingway que dijo algo así como “ustedes,
los afeminados chicos del teatro, qué saben de la guerra de verdad”.
Orson hizo unos ademanes femeninos (eso debió de ser digno de ver)
para responder a la provocación mientras afirmaba “señor
Hemingway, qué grande y qué fuerte debe de ser usted.” Luego hubo
un enfrentamiento físico y cierto destrozo de mobiliario.
Al
igual que William Faulkner, fue un escritor muy famoso en vida, con
los beneficios y los vicios que esto pudiera conllevar. Decía
Faulkner de Hemingway que nunca había escrito una palabra que
pudiera enviar al lector a un diccionario (juzguen ustedes).
En
tareas periodísticas trabajó también como corresponsal de guerra.
Un mal reportero, decían de él sus compañeros, corregía
demasiado. Tal vez por eso es uno de los maestros imprescindibles del
relato breve. De lectura obligada: El
gato bajo la lluvia, Un lugar limpio y bien iluminado, Los asesinos.
Publicado en El Comercio
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