En la tristeza estamos perdidos, por eso los poderes
tienen necesidad de que los sujetos sean tristes. Eso dijo Deleuze, uno de los
profesores del alumno Santiago en los años setenta.
Extraer
y recortar una cita de un genio tal vez excesivamente locuaz como Gilles
Deleuze parece imperdonable, pero el músico del que hablamos es humano, y
estuvo ahí. Santiago Auserón nunca se ha puesto un salacot, pero es el
explorador musical que mejor ha acercado nuestro idioma a los ritmos
afroamericanos más clásicos con la intención de darles toda su entidad en
castellano. Tal vez solo haya sido el contenido musical de su mensaje lo que
nos ha hecho felices o no tristes, pero son sus aficiones poéticas y su forma
de verterlas en letras de canciones lo que ha hecho inconfundible e inolvidable
su trabajo.
Si
Bob Dylan convirtió los ritmos yeyé de los Beatles en lo que ahora conocemos
como un verdadero legado lleno de creatividad aprovechable, autores como
Antonio Vega o Santiago Auserón pusieron las mejores palabras a una música que
en el momento estaba buscando su identidad: el pop de los ochenta; un primer
paso para la eternidad en la carrera del músico que nos ocupa.
Las
letras y la música de Radio Futura fueron banda sonora de una generación que
sigue viva como público mayoritario, pero el africano que recorría la Gran Vía
sabía donde estaban las fuentes de su música y, como aquellos que buscaron el
origen del Nilo, se lanzó a la aventura americana por tierras caribeñas. En 1995
obtiene gran éxito con su primer disco como Juan Perro, alter ego que
presenta ahora su quinto álbum, titulado “Río Negro”. Entretanto, Auserón ha
compuesto música para teatro, ha colaborado en distintos proyectos musicales,
acercado sus canciones a versiones jazzísticas... Dicen que duerme en formol,
conservando aspecto juvenil después de treinta años de carrera; y seguro que,
como Dorian Gray, tiene un retrato en su desván completamente decrépito y
maloliente, un monstruo que de vez en cuando sale del marco y aporrea los
tambores que almacena como trofeos de su exploración africana.
Publicado en El Comercio
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