miércoles, 10 de noviembre de 2010

ESCURRIR EL BULTO


Para triunfar en la vida, Homer J. Simpson le enseñó a su hijo dos frases fundamentales: “yo no he sido” y “estaba así cuando llegué”. Estas palabras que podrían resultar infantiles en el contexto de una serie de dibujos animados son en realidad una vía de escape habitual para cualquiera que quiera evitar responsabilidades. Naturalmente habremos de emplear un lenguaje un poco más adulto ante los micrófonos. “Mi desconocimiento sobre ese tema es muy amplio” podría servir; pero aún mejor es “podemos alarmarnos pero no preocuparnos porque preocupándonos no vamos a conseguir nada”.
Ese requiebro candoroso para escurrir el bulto se puede mejorar, hay auténticos catedráticos en esta técnica, siempre diligentes para resolver la papeleta. Una señora quería sentarse, apartó mi chaqueta de una silla y de un bolsillo se escurrió mi teléfono móvil que acabó rompiéndose en el suelo. Las primeras palabras que pronunció, antes que una disculpa, o un juramento, fueron estas: “pero cómo pones el teléfono ahí, que se te puede caer en cualquier momento”. Genial. Me sirvió como disculpa para cambiar de compañía.
En esta misma línea había un soldado que nunca cumplía la guardia, cuando por fin apareció y le echaron en cara que no le habían encontrado en su puesto, dijo cuadrándose: “será que no me han sabido buscar, oh capitán, mi capitán”. Ineptos buscadores.
Esas sí que son jugadas maestras. No sólo no tengo ninguna responsabilidad, los torpes sois vosotros que no estáis a la altura del deber, o de las circunstancias, o lo que sea.
Emulando a tantos espectadores que han ido al cine este fin de semana, he visto una película sobre una entrevista a Richard Nixon en 1976, poco después de su dimisión debida básicamente al escándalo Watergate —se excedió en aquello que decía Maquiavelo: “haga, pues, el príncipe lo necesario para vencer y mantener el estado, y los medios que utilice siempre serán considerados honrados y serán alabados por todos"—. En principio parece que este hombre no se fue de rositas, no se hizo el sueco, puesto que asumió su culpabilidad y dejó su cargo, pero ¿que ocurre si el bulto era más grande? Nos gusta que haya malos y buenos, esos arquetipos de referencia usados en la ficción para no tener que pensar mucho. Sería demasiado peligroso dar a entender que el malo de la película es todo el sistema. Tal vez Nixon pensó como hombre de estado y asumió culpas propias y ajenas para convertirse en la Bestia Negra y facilitar a los siguientes su trabajo. Seguro que supieron ser agradecidos. Eso ya es exprimir el fardo.

Publicado en El Comercio

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