Un hombre me contó que su afición era la fotografía. Tomábamos el ineluctable vino español que cerraba un acto de entrega de premios fotográficos, así que la frase parecía una simpleza causada por exceso de exposición a la Ribera del Duero. Observé la mirada soñadora del tipo que se perdía por la ventana, imaginé que estaría pensando en velocidades de obturación, aperturas de diafragma y profundidad de campo. Tengo más de 4000 fotografías de ventanas, dijo. Pero, hombre, eso no es una afición, es una obsesión. ¿Y cuál es la diferencia?, respondió sonriente.
Estaba claro que el hombre tenía ganas de conversación renacentista, densa y dilatada, pero yo tenía mis propias divagaciones.
Cuando el hombre observaba con delectación el marco de la ventana imaginé que su visión iba más allá, hacia lo que estaba fuera. Si vemos a alguien mirar un escaparate suponemos que le interesa lo que está expuesto —aunque tal vez sea un agente secreto que espía en el reflejo al enemigo—, ¿cómo imaginar que esté calibrando el grosor del cristal, la estructura de metal o la correcta limpieza del vidrio?
Hay gente que admira las motos como objetos de arte, retienen en su memoria datos técnicos y líneas de diseño, pueden identificar cientos de modelos y pasarse horas observando catálogos o motos aparcadas en la calle, y sin embargo sentirían terror si tuvieran que utilizarlas para desplazarse. Como si un elefante admirara un cacahuete temeroso de sentir su sabor.
Me dirán que hay aficiones mucho más increíbles, que no es para tanto. Pero no se dan cuenta de que la afición es más peligrosa que la obsesión. La obsesión reconoce la existencia de una idea persistente de fuerza incontrolable, por tanto la consideraremos amenazadora, tal vez merecedora de algún tratamiento concreto. La afición, sin embargo, ladina y engañosa, se mostrará como gesto de poca importancia, una tendencia, nada más, algo con lo que podemos convivir hasta la tumba.
¿A ustedes no les da más miedo un aficionado a la taxidermia que alguien que alberga en su biblioteca todos los libros publicados sobre Jack el Destripador?
¿Y fotografías ventanas desde dentro o desde fuera?, respondí.
Publicado en El Comercio.
2 comentarios:
El Comercio tiene buenos colaboradores como tú. A ver si aprenden otros periodicos regionales y sacan un suplemento cultural en condiciones. Y no pongo nombres que ya sabemos todos y todas.
La lotería Randolfjerst Kein me tocará algún día y podré hacer mi Daily Pumarín Post. Ya cuento con Poe para los sucesos, Steveson y Salgari para internacional, Borges y Rulfo para noticias locales, Walser para la sección deportiva y no te digo más por secreto de contrato. Ya sé que los demás diarios envidarán mi plantilla, pero al final serán los lectores los que decidan quién tiene algo que contar y quién se lo cuenta de la forma que más le gusta.
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