miércoles, 13 de abril de 2011

RELECTURA EN GLOBO


No hace mucho, en una de esas visitas inevitables de regreso al hogar materno y la oportuna fabada, me dio por curiosear entre las cintas musicales de mi primera adolescencia y descubrí entre ellas lo primero de Radio Futura (Música moderna) y aquella curiosa canción: “Cinco semanas en globo”. Recordé lo mucho que me había sorprendido este título en un disco por ser la novela de Julio Verne una de mis lecturas infantiles favoritas. La influencia de la literatura en las canciones de Santiago Auserón es algo que conocí posteriormente, luego seguí admirando su labor como recopilador de la música popular cubana cuando el gran Compay Segundo afirmaba irónico con su voz de bajo y puro asento cubano: ese muchacho está loco, quiere mezclar la música de allá con la de ahora; sonreía y le daba otra calada al sempiterno Montecristo Número 4 mientras yo me preguntaba cuándo es allá, qué es ahora.
En la sobremesa pusimos los hallazgos del desván como música de fondo a los juegos de los pequeños y —a punto de caer en la deshonra de la cabezada babacayente en el diván— fui capaz de prestar atención a la letra de la canción olvidada. Se me reveló algo insospechado cuando mis audiciones eran juveniles: cinco semanas en globo/ y sin ganas de volver/ oigo voces invisibles que cantan/ mientras los ojos me cambian de color. ¿De qué globo creen ustedes que hablan? ¿Del aeróstato del doctor Fergusson por los africanos parajes? ¿O del globo que se pillaron en busca de los paraísos artificiales?
Inocentes personajillos, también Lucy in the Sky with Diamonds fue una canción cándida, clamaban luego los Beatles, no se explicaban tanto revuelo porque casualmente coincidiera con las iniciales del ácido lisérgico (L.S.D.).
Eso es lo curioso de las relecturas. Tal vez encontremos un Borges aburrido, un Kerouac ajeno, un Galdós inconmensurable. Nuevos placeres o extrañas decepciones. Puede que alguien exclame: dios mío, ella me amaba, y empiece a creer en algo.
Todo lo conocido es incierto al regresar.
Salvo la fabada de la madre o el pote de la abuela, esa relectura siempre será gloriosa.

Publicado en El Comercio

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