El diccionario de la RAE define “morbo” como el interés malsano por personas o cosas, y también como la atracción hacia acontecimientos desagradables. Tal vez esta definición es demasiado breve o es que “morbo” no es el término adecuado para esa atracción por la muerte del mito.
James Dean o Marylin Monroe para el cine; Mozart o Janis Joplin para la música; John Kennedy Toole sin publicar su novela; Franz Kafka pretendiendo el olvido (menos mal que hay amigos traidores como Max Brod)... Todos conocemos a los mitos que murieron antes de tiempo. Los hay muy populares y otros de andar por casa: lo importante es que para algunas personas esos seres humanos tienen un significado fuera de lo comprensible o lógico para los demás. Acudiendo de nuevo a nuestro mítico diccionario RAE: persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen, eso es un mito. Y como somos humanos tenemos debilidades sobre las que la sociedad, de una u otra manera, nos exige cierto control. Por eso queremos saber de las debilidades de los mitos, su parte más terrenal, para sentir que no están tan lejos de nosotros, ni nosotros tan lejos de su estado de gloria. Luego llega ese chaval que se quiere suicidar a los 27 si no es capaz de tocar la guitarra como Jimi Hendrix, uno que escribe de sus borracheras emulando a Bukowski, otro que viaja a Méjjico para probar el peyote en plan Jim Morrison o los que se suicidaron imitando a Kurt Kobain o por la muerte de Rodofo Valentino.
La industria musical y cinematográfica ha sacado buen provecho de esos mitos humanizados hasta morir en plena juventud, de hecho algunos de ellos ni siquiera habrían sido recordados si no fuera por esa muerte temprana. También hubo mitos que tomaron el camino del exceso y fallecieron -o lo harán- de viejos, pero estos no parecen tan relevantes para un público dispuesto a consumir los restos del héroe: la muerte a destiempo del mito es la forma de consagrarlo. No olviden que algunos llevan siglos de ventaja en este negocio: sólo necesitaron dos maderos y tres clavos.
Publicado en El Comercio
1 comentario:
Y yo que creía Sr. Escritor que el término morbo no respondía solamente a algo tan malsano....
En fin. Recuerde también, que antes del de los clavos hubo otros muchos, sobre ninfas que se convertían en laureles, heroes con muchos trabajos por hacer, lobas que amamantaban a gemelos, debe ser que la humanidad necesita de ellos para subsistir, ¿por que será?
Dígale a su moderador de comentarios que no soy un robot jolinnnnnn, mira que las pone dificiles el tio.
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