Pancho Cañón es una leyenda urbana que regresa por
Navidad. Piloto de aviación civil en un país oriental –escancia el gel sobre la
esponja con lágrimas en los ojos– nos contaba lo que para algunos de sus compañeros
se había convertido en una broma del gremio. Su compañía, de un país árabe,
hace vuelos a La Meca, y es un medio habitual de viajeros, lo suficientemente
pudientes para pagarse el billete de avión, que acuden a la cita necesaria
según su religión. La cuestión es que ya había habido varios casos de pasajeros
que en el viaje de vuelta habían muerto. El perfil habitual eran señores
mayores que ya tenían importantes problemas de salud antes de emprender el
viaje. Parecía evidente que su forma de ver el camino de la vida –de acuerdo
con su punto de vista religioso– era llegar a La Meca, ponerse en paz con Dios
y estar dispuestos a morir. El problema para los pilotos era gestionar esa
muerte en su nave al llegar a puerto.
No
nos extrañemos, uno puede ponerse en paz con Dios o coger vacaciones, que
seguro que en cuanto baja un poco la guardia y asoma el mentón, llegará El Más
Grande con un gancho certero para hacerle besar la lona. Las estadísticas
demuestran que las parejas se separan más cuando llega el período vacacional, y
eso es el final de algo, dijo el Doctor Zon. También se producen más infartos,
contracturas, ciáticas, ictus, apoplejías... todo tipo de ataques o
descubrimientos de lo peor tienen lugar cuando una persona se toma su momento de descanso. Mientras estamos
ocupados en nuestros quehaceres, con tanto por delante que no podemos parar un
momento, entregados a ese ritmo de trabajo que marca el día a día, con una
forma de gestionar el tiempo y la dedicación de forma constante, ponemos todo nuestro
organismo en marcha, una máquina a pleno rendimiento.
Oye
una cosa, le digo al Doctor Zon compañero de tertulia, ¿los que alternamos algo
para vivir un poco lejos del trabajo no estamos un poco libres?
Ya
ve usted, la vida solamente va bien o va mal durante un rato. Y luego empieza a
ir de otra forma, como contaba Chuck Palahniuk.
Publicado en El Comercio
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