Una de estas mañanas de primavera acompañé a mi viejo amigo Raimundo Caracol para echar una ojeada al trabajo que estaban haciendo los mejores artesanos de la madera con el arcón de castaño que había encargado para su residencia de otoño. Sorpresa, nos dijeron que ya estaba. Lo trajeron, lo miramos, le dimos el visto bueno y preguntó Raimundo los dineros que se debían por la magnífica pieza.
¿Tienes el coche cerca? Pues, nada. Llévatelo ahora y ya vendrás a pagar otro día.
Así lo hicimos, en unos minutos ya estábamos en ruta por la A-66 como unos renovados Rolling Stones con la sangre recién cambiada en una secreta clínica suiza y el Arca de la Alianza en el maletero. Pero, a pesar de la música sesentera que sonaba tan gloriosa en el monovolumen de moda, no pude dejar de fijarme en el gesto de disgusto que tenía Raimundo al fumar su habano mientras conducía. Como no soy de los que hacen cháchara para rellenar vacíos finalmente confesó su malestar:
No hay nada que más me fastidie que me tomen por bueno.
Y uno no puede hacer más que quitarse el sombrero ante esta impúdica exhibición de las capacidades humanas, sean muestras de debilidad, poder, maldad, bondad, confianza o picardía. No hay que hacer nada más que estar cerca de un sabio renacentista para recibir lecciones de cosas con cualquier simple frase.
Thomas Hobbes, el filósofo inglés que afirmaba que el hombre es un lobo para el hombre, no podría tener una estampa más viva de su famoso enunciado que este nuestro Raimundo Caracol cuando se siente despechado porque no se tiene en cuenta su capacidad para ser malo, como todo ser humano, mientras maneja con desgana el volante de su coche.
¿Es que tiene cara de bueno? ¿Es que ha encargado algo tan maravilloso que sólo el hecho de hacerlo es suficiente pago? ¿Es que nadie que no tenga suficiente dinero encarga un trabajo tan caro?
¿Qué puede hacer creer a una persona que ha dedicado horas de su vida a este trabajo especializado que un desconocido va a compensar económicamente sus esfuerzos?
Será que no todos somos lobos, digo mientras fumo mi habano de contrabando.
Publicado en El Comercio
No hay comentarios:
Publicar un comentario