¿Qué
puede unir a un bibliotecario, un médico, un banquero, una modelo,
un jardinero, una profesora, un pintor, una carpintera, un actor de
cine porno, una eurodiputada, un dibujante, una camarera, un marino,
un electricista y una poeta?
Pues
no es un chiste. Aunque se me ocurren unos cuantos argumentos
habituales. Como que todos se presentan ante Dios
-o un genio de la lámpara o un multimillonario, cualquier
ente todopoderoso sirve para el caso-
y piden su deseo, luego llega el último de la fila y su petición da
la vuelta a los de todos los demás. O un barco que se hunde -avión
que pierde altura, globo que se deshincha, etc- y hay que decidir
quién salta al vacío y quién se salva. Cualquier situación podría
ser posible con un grupo tan variopinto.
Pero
no se trata de hacer un chiste o un sondeo de opiniones variadas, lo
que une a todas estas personas es un club de lectura.
Y ahí
está el animador (o animadora), frente a este grupo humano diverso y
fascinador, imaginándose los debates, los descubrimientos tan
inesperados para unos u otros, las coincidencias o diferencias que el
bagaje personal de cada uno provocará en la interpretación de los
textos.
El
primer escollo para ese responsable de la animación del grupo es
proporcionar lecturas, seleccionar los libros adecuados.
Probablemente esto ya lo haya hecho antes de encontrarse con los
integrantes, o venga impuesto, pero ¿qué pasará? ¿cómo lo
aceptarán? Se han ofrecido como lectores, por lo tanto debemos
pensar que leen de forma habitual, y uno de los problemas de los que
tenemos el vicio de leer es que solemos acabar llenos de prejuicios,
favoritismos, intransigencias, autores glorificados y condenados, es
decir, que tenemos unas preferencias y buscamos libros que se amolden
a ellas. Sin embargo, es habitual que los clubes de lectura estén
formados por personas con gustos muy dispares pero con una amplia
capacidad para el disfrute. Ese placer compartido unirá a personas
de origen y condición muy diferentes en un enriquecimiento mutuo con
magníficos momentos de debate. Entusiásmase el animador.
Publicado en El Comercio
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