Casi todas las obras geniales
de la literatura sonaron como un gol fuera de casa: un triunfo personal
decepcionante para la inmensa mayoría del público. Lo bueno del gol es que
tiene una validez irrefutable, es un hecho claramente definido, mientras que
una manifestación artística necesita de unos reconocimientos externos mucho más
difíciles de concretar. ¿Quiénes realizarían la función de la portería, la
línea blanca y los árbitros? ¿Acaso debemos pensar que el juicio de un crítico
literario es tan sólido y fiable como los palos y el larguero? ¿que la rectitud
de sus renglones es tan honesta como la línea de cal sobre la hierba? ¿O acaso
ese trabajo de examen coincidiría más con el de los árbitros, y los elementos
materiales estarían representados por las editoriales? ¿La red contra la que se
estrella el balón no es otra cosa que las librerías? Resulta difícil establecer
las equivalencias exactas porque la industria del libro es mucho más compleja.
A pesar de que intento entrar en las librerías con orejeras
-para no caer en la tentación de este vicio lector-, siempre acabo echando una
ojeada aquí y allá, leyendo las solapas o contraportadas de los libros y seguro
de estar perdiendo la gran oportunidad de mi vida si no compro la obra que
tengo entre manos. Leemos expresiones como: la gran novela del siglo XXI, la
voz más auténtica, el autor imprescindible, nadie como ella ha sido capaz...,
nada de medias tintas, de obra maestra para arriba. Lo cierto es que no tiene
nada de extraño que las editoriales intenten hacer atractivo para el público el
producto que sostiene su economía -junto con la de libreros, escritores,
correctores, diseñadores, traductores, distribuidores, etc- y todos sabemos que
el lector empedernido no juzga el libro mirando la cubierta, ni tampoco leyendo
un suplemento literario que no forme parte de su fe. Ese leyente recalcitrante
sabe que el genio también se vende, no digamos el talento, se fía tan sólo de
otros semejantes, y no todos, sólo los
de gustos compartidos o fiables, los que van con el equipo en los
desplazamientos.
Publicado en El Comercio
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