No
se asusten si en la próxima edición del diccionario de la RAE
aparece el verbo “guglear” para definir una búsqueda por
internet. Al fin y al cabo, para buscar lugares o rutas, resolver
dudas lingüísticas, recetas de cocina para conquistar, soluciones a
imprevistos, opiniones de usuarios o el calendario de la liga solemos
utilizar el mismo recurso.
La
búsqueda es una parte esencial del ser humano que ha dado magníficos
frutos como la rueda, el mando a distancia y el sofá azul, tal vez
haya otros que sería preferible no haber descubierto, pero están
ahí y forman parte del sistema. No son dos círculos concéntricos,
ni una cruz, ni una estrella los que definen la nueva religión, es
un interrogante, un gancho con punto: la búsqueda necesaria.
Cuando
nació internet sin saber que era el nuevo dios, las empresas no
tenían claro si la gallina de los huevos de oro era un portal
diverso, un servidor de mensajería o un buscador. La red siguió
funcionando y dando oportunidades a los pescadores más capaces.
Basándose en la misma esencia que ha dado tanto éxito a las
religiones, la incertidumbre –una vez más– ha sido la
triunfadora. Y no olvidemos que algunas religiones son las empresas
más duraderas y poderosas del mundo.
Afortunadamente la
busca también forma parte de lo cotidiano, y podemos presenciar
maravillosas conversaciones como esta que tuvo lugar en un sofá azul
entre marido y mujer, ante testigos:
¿Cómo se titulaba
aquella película?
Como no me digas
algo más...
Que la protagonista
era una mujer... o un hombre...
¿Fargo?
¡Esa! Pues en esa
hay una sheriff...
La reunión de
amigos puede seguir sin prestar atención a este dato de conexión
tan íntima y poderosa, dejarlo en simple anécdota y comentario
chusco, pero no cabe duda de que el buscador más íntimo, el que
sabe encontrar lo que nadie podría –ese
tipo, esa mujer– es un hallazgo personal que no siempre se produce.
Tendemos a un mundo dominado por las nuevas tecnologías, pero los
códigos de las relaciones humanas siguen siendo misteriosos para
cualquier explorador ajeno al pequeño círculo de confianza.
Publicado en El Comercio
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