jueves, 10 de enero de 2013

BUSCADORES


No se asusten si en la próxima edición del diccionario de la RAE aparece el verbo “guglear” para definir una búsqueda por internet. Al fin y al cabo, para buscar lugares o rutas, resolver dudas lingüísticas, recetas de cocina para conquistar, soluciones a imprevistos, opiniones de usuarios o el calendario de la liga solemos utilizar el mismo recurso.
        La búsqueda es una parte esencial del ser humano que ha dado magníficos frutos como la rueda, el mando a distancia y el sofá azul, tal vez haya otros que sería preferible no haber descubierto, pero están ahí y forman parte del sistema. No son dos círculos concéntricos, ni una cruz, ni una estrella los que definen la nueva religión, es un interrogante, un gancho con punto: la búsqueda necesaria.
        Cuando nació internet sin saber que era el nuevo dios, las empresas no tenían claro si la gallina de los huevos de oro era un portal diverso, un servidor de mensajería o un buscador. La red siguió funcionando y dando oportunidades a los pescadores más capaces. Basándose en la misma esencia que ha dado tanto éxito a las religiones, la incertidumbre –una vez más– ha sido la triunfadora. Y no olvidemos que algunas religiones son las empresas más duraderas y poderosas del mundo.
Afortunadamente la busca también forma parte de lo cotidiano, y podemos presenciar maravillosas conversaciones como esta que tuvo lugar en un sofá azul entre marido y mujer, ante testigos:
¿Cómo se titulaba aquella película?
Como no me digas algo más...
Que la protagonista era una mujer... o un hombre...
¿Fargo?
¡Esa! Pues en esa hay una sheriff...
La reunión de amigos puede seguir sin prestar atención a este dato de conexión tan íntima y poderosa, dejarlo en simple anécdota y comentario chusco, pero no cabe duda de que el buscador más íntimo, el que sabe encontrar lo que nadie podría ese tipo, esa mujer– es un hallazgo personal que no siempre se produce. Tendemos a un mundo dominado por las nuevas tecnologías, pero los códigos de las relaciones humanas siguen siendo misteriosos para cualquier explorador ajeno al pequeño círculo de confianza.

 Publicado en El Comercio

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