El
estornudo no es propiedad única de los seres humanos: vacas, cerdos,
ratones y monos estornudan. Ilustres naturalistas como Charles Darwin
o Gerald Durrell también expelían sus gérmenes de forma
incontrolada cuando se resfriaban. Y lo mismo hacen príncipes,
mendigos, futbolistas millonarios y demás parientes. ¿Estornudan
las aves o los insectos? ¿Alguien ha visto a un escarabajo
estornudando? Andrei Koten, biólogo de confianza, afirma que el
estornudo está reservado para los seres vivos con un sistema
respiratorio a base de pulmones (este científico no es de los que
duermen la siesta ante el documental con la intención de que el
subconsciente se quede con algo).
¿A
ustedes no les parece extraterrestre esa capacidad que tienen algunas
personas para contener los estornudos? Ponen la misma cara absurda
que todos, pero de pronto son capaces de reprimirse. Las opiniones se
dividen, para algunos es un gesto elegante, para otros, un síntoma
de mente insana.
Me
fascinan y horripilan por igual esas personas de estornudo bestial,
horrísono, atronador... He oído a gente estornudar desde pisos de
alquiler que si fuera en un hotel me cambiaría de habitación, dice
una señora mayor que me ve escribiendo y mira por encima del hombro.
Los
padres enseñamos pronto a nuestros hijos a poner la mano ante la
boca para controlar la nube de gérmenes. Es probable que, en nuestro
claro deseo de inculcar buenas y saludables maneras metamos nuestros
propios deseos y prejuicios, virus para toda la vida.
Tuve
una compañera de trabajo, alma artística incomprendida, que
afirmaba que los estornudos eran como orgasmos. Algún romántico
empedernido le ofrecía un cigarrillo, para después de ese bello
momento.
De
entre las teorías sobre el origen de la costumbre consistente en
completar a quien estornuda con un Jesús, santinos o salud, me quedo
con la que afirmaba que al estornudar se iba el alma por la boca y,
como el demonio siempre estaba acechando, la mención de una palabra
sagrada se hacía necesaria para evitar que el Maligno se adueñase
del cuerpo vacío. Qué satánica tentación.
Publicado en El Comercio
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