Cuando
a uno le ofrecen ser productor de cine con cargos ilimitados solo
depende de su gestión que lo que aparezca en la pantalla sea digno
de ver. Por supuesto, es necesaria la presencia de una estrella.
Bernard
Herrmann se haría cargo de la banda sonora.
Un
grupo de trabajadores afortunados tienen unos minutos de liberación
y pueden ir a tomar un café. El planteamiento no es nada nuevo (Jim
Jarmusch lo llevó al extremo con su Coffe and cigarettes),
pero contamos con Billy Wilder y Pedro Almodóvar como guionistas.
Alfred
Hitchcock saldría del supermercado levantando el sombrero mientras
empuja el carrito de un niño que chupa un polo de limón.
La
cafetería está ocupada por los cineastas pero actuamos como si no
estuviesen (me he reservado un papel secundario). Un equipo de
filmación fuera y dos dentro, uno pegado al ventanal y otro a la
entrada del baño. Woody Allen y Clint Eastwood ocupan sus sillas de
directores pegados a la barra. Miramos a Woody y seguimos su mano
dando paso. Clint no necesita más que arrugar una ceja para confiar
en su equipo.
A
partir de ahí todo es como siempre. Una conversación de compañeros
de trabajo que pueden hablar de lo profesional, lo familiar, lo
universal, lo más cercano o la ciencia ficción.
Nos
vamos.
Me
retraso para comprobar el trabajo del cámara que sigue a la estrella
en lo que deberá ser el más grande fundido a negro. Agradezco su
cameo a Orson, Marlon y Marilyn. Hablo con los directores. Lo tienen
todo. Quieren que les acompañe para visualizar lo grabado. Woody
está fascinado y pide más, otras escenas, otras películas. El año
que viene, digo como productor puedelotodo. Perfecto, dice
colocándose las gafas. Se te ha ido la estrella, dice Clint
sonriente (en serio, no es una mueca), no la pierdas de vista.
Corro
de regreso, hecho un Carl Lewis -¿por qué esto va a ser más
sobrenatural que todo lo demás?-, mientras pienso en películas
futuras. Dejo a Woody y Clint discutiendo sobre el montaje mientras
toman unas cervezas. Hay que tener mucho respeto por el trabajo para
dejar de lado esa oportunidad.
Publicado en El Comercio
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