¿Qué
sentido tienen los afanes, las previsiones de futuro, el caminar por
los caminos marcados seleccionando con prudencia los derroteros más
adecuados para lo que tenga que venir? Un día de sol terrible y
calor asfixiante estás sentado con un amigo a la sombra, tomando una
bebida fresca y observando las peripecias de los hijos que han dado
tanto quehacer para llegar aquí, y no hablo de la lata que han dado
mientras han crecido hasta este punto (en mi caso como padre) sino de
las vueltas, papeleos, viajes y tribulaciones que mi amigo y su mujer
han tenido que sufrir para conseguir adoptar a dos niños. Recuerdo
su desesperanza cuando ya habían conocido a sus hijos, pero la
maldita burocracia los mantuvo casi un año más en el orfanato. Por
suerte eso ya pasó, ahora charlamos mientras los gritos infantiles
van subiendo de tono y hacemos una pequeña planificación para
vernos el próximo fin de semana y comer todos juntos en casa. Ya no
es como en los viejos tiempos, en los que ni siquiera concretabas la
hora o el sitio, cada día sabías donde podías encontrar a los
amigos, y más allá del fin de semana no había nada imaginable,
nada existía. Ahora hay que mirar la agenda con semanas o meses de
antelación para cualquier intento de reunión.
Y así
acaba la historia. El fin de semana nunca llegará para mi amigo
Javi. De un día para otro se fue. Desapareció. Están sus hijos, de
los que ha podido disfrutar tan poco, su mujer, sus padres, sus
hermanos... Él se ha ido, como su hermano Jorge hace quince años,
demasiado pronto. Todos sabemos que tarde o temprano perderemos a
seres queridos, pero ¿qué reglas puede haber en este caos donde
muere a los cuarenta años alguien con tantas cosas por hacer? ¿Cómo
concebir que no vas a estar nunca más con esa persona cuya voz
aparece con claridad en la cabeza, como sus gestos, su cara? ¿Cómo
imaginar que eso ya sólo podrá ser recuerdo, algo pasado y perdido,
si casi lo puedes tocar?
Una
noche dejas el último pedazo de pastel para desayunar y al día
siguiente se queda en la nevera, cada vez más frío. Tan simple. Tan
blanca y terrible.
Publicado en El Comercio
1 comentario:
Lo siento muchisimo, aun tengo conmigo algo de los hermanos Pino, hace muchos años me grabaron unas cintas, Depeche Mode y los Cure.
Guardo conmigo aquella imagen de los dos hermanos con sus parcas llegando al lugar donde habiamos quedado. Lo siento mucho Toño, y perdon por utilizar esta via, dales a todos un beso muy grande y un abrazo mayor, y para ti, por supuesto, uno inmenso.
Bea.
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